miércoles, 25 de marzo de 2009

Para el cerebro, Dios es como otra persona


Según un reciente estudio de neuroimagen del cerebro, cuando una persona piensa en Dios activa las mismas áreas cerebrales (agrupadas por el área denominada "precuneus") que si pensase en otra persona, especialmente aquellas zonas implicadas en la empatía y en descifrar las intenciones y los pensamientos de los demás ("teoría de la mente"), también asociada con la imaginación y la gestión de situaciones socialmente complejas. También activamos áreas cerebrales relacionadas con la visualización cuando pensamos en Dios, del mismo modo que cuando pensamos en nosotros mismos.

Asimismo, este estudio muestra que las creencias religiosas producen reacciones emocionales en el cerebro. De modo que, por ejemplo, para un creyente, la expresión "No existe ningún ser superior" genera una reacción emocional negativa. Y, para un ateo, esta misma reacción emocional negativa se produce cuando se encuentra ante la expresión contraria, es decir, ante la expresión "Dios existe". En fin, que lo que ya sabíamos que ocurre a nivel psicológico, se empieza a observar a nivel "físico" en el órgano de la mente: el cerebro.


lunes, 16 de marzo de 2009

Los 10 inventos que cambiaron el mundo


Según 20 expertos de la Asociación Británica de Ciencia, estos son los 10 inventos más significativos que cambiaron el mundo:

1. El GPS.

2. El Walkman.

3. El Código de barras.

4. La Comida precocinada.

5. La Playstation de Sony (no la consola de videojuegos, en general, sino la Playstation, en particular).

6. Las Redes sociales.

7. Los SMS.

8. El Dinero Electrónico (que abarca más que sólo a la Tarjeta de Crédito).

9. Las Microondas (no los "hornos microondas", sino las ondas "microondas", que se aplican a múltiples inventos, entre ellos al horno microondas, pero también a los móviles).

10. Los Zapatos deportivos (puestos de moda por Michael Jordan, principalmente).


That's all.

miércoles, 11 de marzo de 2009

La crisis para unos y la crisis para otros



La crisis no es igual para todos.






















-------------------------------------------Dibujos de Eneko
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martes, 10 de marzo de 2009

El papá jovencito, y la mamá madurita



Según un estudio publicado recientemente por investigadores médicos y psiquiátricos de Australia (Saha et al., 2009), sobre una muestra de 33.437 niños de 8 meses, 4 y 7 años de edad, la inteligencia de los niños (medida a través de tests válidos y fiables como el Stanford/Binet o el WISC)tiende a ser menor con el aumento de la edad del padre, mientras que, sorprendentemente, tiende a ser mayor con el aumento de la edad de la madre. Los resultados sugieren que si los dos progenitores tienen la misma edad, lo ideal es que tengan hijos en torno a los 24-25 años. Si, por el contrario, el posible papá y la posible mamá tienen distinta edad, lo ideal es que la mamá tenga mayor edad que el papá, estando la combinación ideal en torno a los 18-20 años para él y los 35-40 para ella. Por el momento, no se dispone de una explicación satisfactoria sobre estos resultados descriptivo-correlacionales, pero, de por sí, los hallazgos son interesantes, qué duda cabe. Una explicación que ofrecen los autores del estudio para la asociación negativa entre edad del padre e inteligencia de los hijos es la de que el esperma de los hombres sufre más mutaciones con la edad, lo que podría originar mecanismos epigenéticos anormales (véase Epigenética). Debe tenerse en cuenta que este estudio sólo describe asociaciones (correlaciones) entre variables, y, por tanto, no se trata de "relaciones causales". De modo que no dice nada acerca de si la asociación entre la edad de los padres y las puntuaciones en inteligencia ("efecto") de los hijos se debe o no a la edad biológica de los padres ("causa"?). Podría ser que la edad de los padres sea simplemente un "indicador" de otra variable, por ejemplo, una variable "cultural". Por ejemplo, quizás sean los padres más jóvenes los que aportan a sus hijos mayores niveles de motivación, implicación afectiva y estimulación que los mayores, quienes pueden estar más ocupados con sus responsabilidades laborales. Y quizás sean las madres menos jóvenes las que, a su vez, gracias a su mayor experiencia vital y madurez personal, aporten a sus hijos mayor estímulo para el desarrollo temprano de la inteligencia. No obstante, a pesar de que en los primeros 3 años de edad la plasticidad cerebral es notable, no debe olvidarse que la investigación (especialmente con gemelos) ha constatado que la inteligencia general o inteligencia psicométrica (la que miden los tests) tiene una fuerte carga genética, dejando poco margen para su modificabilidad a través de la intervención o los estilos de crianza (véase El mito de la educación, de Judith Harris; para una revisión más detallada sobre la investigación sobre inteligencia humana véase Colom y Andrés-Pueyo, 1999).
Con todo, estos resultados chocan con la idea hasta ahora sólidamente defendida de que conviene que los padres y las madres sean relativamente jóvenes (entre 20 y 25, se suponía lo ideal).